Juicios: obstáculos y trampolines. (Y el sesgo de las distorsiones cognitivas)
- Claudia Mazat

- 26 may
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 30 may
"Es muy difícil predecir, especialmente el futuro", decía Niels Bohr en el contexto de la física y como una postura filosófica, con un claro sesgo de broma. Creo que es fácil estar de acuerdo con la frase: es difícil predecir el futuro. En su obviedad reside la broma. Sin embargo, todos los días hacemos juicios que tienen precisamente la función de predecir el futuro. Lo irónico -y poderoso- es que, a veces, con nuestros juicios, no predecimos el futuro, lo promovemos, lo creamos. Una creación imperfecta que cuando se da nos hace sentir muy inteligentes. 'Tenía razón', decimos con orgullo. Pero, ¿cuántas veces tener razón es consecuencia de nuestra necedad? No obstante, ¿cómo podríamos vivir sin hacer predicciones... sobre el futuro? No podríamos. Vivir con ese grado de incertidumbre nos impediría levantarnos de la cama.
SEGURIDAD ONTOLÓGICA: SENTIDO DE ESTABILIDAD Y COHERENCIA
QUE TENEMOS SOBRE NOSOTROS MISMOS
Y NUESTRO LUGAR EN EL MUNDO
Sin la habilidad de predecir, que es también anticipar, no haríamos planes de ningún tipo, nuestras relaciones interpersonales y de coordinación social serían ineficientes, casi imposibles. Necesitamos lo que se llama ‘seguridad ontológica’, un sentido mínimo de identidad y estabilidad en relación con el mundo con el que interactuamos: ¿De qué otra forma seríamos capaces de conducir nuestro coche en una carretera a medianoche, sabiendo que los faros del vehículo no alumbran más allá de 20 metros? Conforme avanza el coche a 90 km/h vamos actualizando nuestro juicio de que podremos seguir avanzando sin estrellarnos con algo. Y lo hacemos con total certeza, incluso si en el pasado hemos tenido accidentes que demuestran que en cualquier momento puede pasar algo terrible en esas circunstancias.

Ahora, ¿qué pasa si yo salgo de un restaurante a la medianoche, después de haberme tomado cinco margaritas, y de acuerdo con mi seguridad ontológica declaro que puedo conducir hasta mi casa? Ante el factor de la alcoholización, un juicio casi idéntico que el que me permite conducir en la oscuridad, representa un peligro. Podemos decir que el primer juicio actúa como un trampolín, nos ayuda a movernos en el mundo. Implica un riesgo, sí, después de todo, como dijo Paul Virilio, cuando inventamos el automóvil, inventamos también los accidentes automovilísticos, pero es un riesgo moderado. Hay miles de juicios que hacemos que actúan como trampolines para superar situaciones cotidianas. También hay miles de juicios que hacemos que actúan como obstáculos, y estos suelen tener su origen en nuestras creencias, nuestra cultura, nuestro carácter e historia personal. Y suelen colocarse en un punto ciego que nos impide verlos como obstáculos. El riesgo de conducir alcoholizada, por ejemplo, es un riesgo mayor. Sabemos esto porque hay in sinnúmero de estudios estadísticos, neurológicos, técnicos, etc. que indican precisamente eso.
¿A qué nos lleva esto? Pues a decir que los juicios no son buenos o malos, verdaderos o falsos, moralmente correctos o incorrectos. No, los juicios son fundados o infundados. Entonces, ¿qué es precisamente un juicio? Un juicio es una afirmación cuyo objetivo es evaluar una situación, objeto o persona -incluidos nosotros mismos: creencias, experiencias personales y colectivas y sistema de valores.

Para identificar un juicio, lo primero es tener en cuenta la distinción entre, 1) hechos u observaciones, y; 2) opiniones o juicios. Para ilustrar esta distinción, valga un ejemplo un tanto burdo: Si yo digo: “Arturo mide 1.90 de estatura”, estoy haciendo una observación, describo un hecho. Si, en cambio, digo:

“Arturo es muy alto”, estoy haciendo un juicio. Lo que sigue es ver si mi juicio es fundado o no.
Alguien podría decirme que un hombre de 1.90 no es muy alto si hablamos de jugadores de basquetbol de la NBA. Yo le diría a esa persona que ese ya es otro juicio, por ejemplo: “Entre los jugadores de la NBA, 1.90 no es muy alto”. Esto sugiere que el contexto es un elemento fundamental de un juicio. Cambia el contexto, cambia el juicio. El contexto tiene un valor referencial que está determinado por la frecuencia en la muestra, la experiencia personal y condicionantes culturales, entre otros factores.
Otro caso trivial. Yo conocí a dos hermanos que eran casi de la misma estatura, dos centímetros de diferencia a lo mucho. El que era más alto se jactaba de serlo y hasta llamaba al otro ‘chaparro’. Los que lo escuchábamos nos reíamos, sonaba ridículo. Pero en su contexto, que consistía en su hermano y él, su juicio era válido. Los juicios, entonces, pueden ser fundados o no fundados, pero no pueden ser absolutos ni universales. Esto es bien importante reconocerlo cada vez que tenemos la osadía de hablar de 'la verdad'.
Igualmente conocí a otros hermanos que uno era de piel ligeramente más clara que el otro. El de piel más clara llamaba a su hermano El berenjeno, por aquello del color bien oscuro de la piel de las berenjenas. A mí me parecía, cuando menos, una exageración. ¿Otro ejemplo burdo, trivial? Puede ser. Pero, veamos. Detrás de esa mofa inocente, yace otro juicio, a saber: “Ser de piel clara es mejor que ser de piel oscura”, o, “La gente de piel clara es mejor que la gente de piel oscura.” ¡Y esos sí que ya no son juicios triviales ni inocentes!
¿Qué es lo que pasa? Que los juicios no llegan solos, se empalman unos sobre otros, se concatenan unos con otros, se potencian unos a otros. Y muchas veces los tenemos o formulamos de formas diversas sin siquiera saberlo.
En la mayoría de las situaciones, nuestros juicios no nos causan conflictos. Pero quizás es precisamente por eso que cuando nos causan conflictos, nos cuesta tanto trabajo darnos cuenta de que son nuestros juicios los que se han convertido en obstáculos.
En un mundo en el que buscamos seguridad y confianza para movernos, los juicios tienden a convertirse en verdades diminutas y particulares que nos dan parcial y temporalmente eso: seguridad y confianza. Lamentablemente, también con frecuencia entran en conflicto con las verdades diminutas y particulares de otros, o con nuestro propio crecimiento, pues nos llevan a actuar de formas programadas, inhiben nuestra flexibilidad y creatividad.
Una herramienta que utilizamos en el coaching ontológico es la llamada “Escalera de Inferencias”.

Esta es una técnica que nos ayuda a comprender cómo llegamos a ciertas conclusiones, tomamos decisiones y actuamos en consecuencia. Vamos a ver cómo opera:
Paso 1: Ocurre algo. Un hecho. Me enfrentoa una realidad virtualmente objetiva. Sin embargo, ya desde aquí me enfrento a este hecho desde la especificidad del observador que soy.
Paso 2: Ese observador que soy, necesariamente filtra información, datos, detalles, del hecho ocurrido. A partir de aquí, la realidad del hecho o evento, para mí ya tiene poco de objetivo.
Paso 3: Hago sentido de esos datos, de esa realidad filtrada. Genero significado.
Paso 4: Del significado paso a consolidar un conocimiento. Cada vez que yo saco una conclusión, produzco o refuerzo un conocimiento (posiblemente erróneo). Y, ojo, el conocimiento tiende a confundirse con ‘la verdad’.
Paso 5: Como a partir de mis conclusiones yo ya sé algo, lo he estabilizado, y lo considero verdadero, planeo mis acciones o respuestas con base en eso.
Paso 6: Actúo, pasiva o activamente, eso da igual.
En este proceso podemos ver cómo la realidad exterior, los hechos, se van convirtiendo progresivamente en una realidad interior, por medio de operaciones mentales o psíquicas. Nos dice Leonardo Wolk que este modelo describe cómo actuamos basándonos en subjetividades que muchas veces están sólo muy sutilmente relacionadas con lo que observamos. Pero el modelo no sirve solo para describir, ese es apenas el primer paso. Lo que sigue es analizar. A partir del análisis, es posible la transformación.
Ojo: la escalera de inferencias no necesariamente lleva a reconocer juicios infundados, lo que hace es facilitar el reconocimiento de qué tan fundados son nuestros juicios.
Filtrar información es inevitable. Esto ocurre con nuestros recuerdos, que nunca son una fiel estampa de lo que vivimos, tanto como con nuestro presente, desde el cual proyectamos el futuro. Todo lo que veo, escucho, vivo, lo experimento a través de un filtro que forma una realidad posiblemente existente solo para mí. A estos filtros, que son automáticos, los llamamos 'distorsiones cognitivas'. Por medio de mis distorsiones cognitivas yo formo juicios. Por medio de las distorsiones cognitivas, nuestra mente exagera, minimiza o interpreta de manera errónea la realidad.
Veamos algunas de las distorsiones cognitivas más comunes.
Pensamiento polarizado (blanco o negro): Tendencia a ver las situaciones de manera extrema, sin matices intermedios. Todo es bueno o malo, éxito o fracaso. "Si no saco la mejor nota en el examen, soy un fracaso total".
Generalización excesiva: Sacar conclusiones generales a partir de un solo hecho o evento negativo. Ejemplo: "Me rechazaron para un trabajo, nadie me quiere contratar".
Filtrado: Centrarse únicamente en los aspectos negativos o positivos de una situación, ignorando que toda situación se compone de ambos. Aquí el optimista corre tanto riesgo como el pesimista. "Tuve una reunión exitosa, pero me equivoqué en una cifra y eso fue lo único que me quedó".
Personalización: Atribuirse toda la culpa o responsabilidad por eventos negativos, incluso cuando no hay evidencia suficiente. Ejemplo: "Mi pareja está de mal humor, seguro es por algo que hice".
Catastrofización: Anticipar lo peor en cualquier situación, exagerando las consecuencias negativas. Alguien me dijo, durante la pandemia de Covid 19: "Es que tú no entiendes, si a mí me da Covid, me voy a morir." Ella no sabía cómo fundar ese juicio, pero se aferraba a él como una verdad nefasta que le movía unas emociones bien fuertes. Pasó muchos meses sin salir de su casa, incluso después de que se declarara seguro hacerlo.
Como estas, existen docenas de otras distorsiones cognitivas. Identificarlas es el primer paso para cambiar nuestros patrones de pensamiento negativos o mal fundados. Al reconocerlas, podemos aprender a cuestionarlas y reemplazarlas por pensamientos más realistas y adaptados y, a su vez, hacer juicios mejor fundados. Esto puede mejorar significativamente nuestro bienestar emocional y nuestra calidad de vida.



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